Por Gastoncito Bailo (http://www.flickr.com/photos/gastoncitrus87/) |
El Pa
no habla mucho, pero ahora rezonga. Los últimos días viene rezongando.
¡¿Dónde vamos a ir a parar?! ¡Ruzak,
desgraciado! Y
putea. Repite a cada rato que de acá no piensa irse, que lo van a tener que
sacar a los tiros. La Ma lo mira, lo escucha y no dice nada. Siento que se
guarda la amargura. Capaz que sea miedo también lo que tiene la Ma. Pensará, qué será de nosotros si nos corren de acá.
Hace
una semana se aparecieron los Moreira. El gordito que parece fuerte, y el otro,
el negro, que es un señor gigante. Yo no los conocía, nomás había oído hablar
con mucho respeto sobre ellos. Los vecinos comentaban que eran ásperos, de
pocas pulgas, y que estaban para hacerle los trabajos sucios al señor
Ruzak. El padre del Jaime dice que esos
pueblerinos no tienen nada que perder, porque
son amigotes del comisario. Nomás piensan en plata, por eso están con
Ruzak, a estos no les cuesta soltar el gatillo, así decía el papá del Jaime.
Se
bajaron de la chata y desde lejos aplaudió el gordo. Los perros empezaron
a ladrar. Los hombres se quedaron
firmes, y miraron fijo a los chocos que ahí nomás se callaron. La mirada del
grandote es para temer, ya me lo había dicho el padre del Jaime.
El Pa
agarró el cuchillo que usa para carnear, se lo guardó atrás. La Ma lo miró, y
le hizo un gesto como indicándole andá a
ver qué pasa, no queda otra. Más vale, ya van a ver estos huevones, eso
dijo el Pá. Igual, para mí que salió con miedo, se hizo el machito nomás. Yo lo
seguí, hasta que sentí el reto: ¿A dónde
vas vos? ¡Entrá pal rancho! Esos son los Moreira...
Entonces
me acomodé junto a la ventana para espiar. Mi mamá se quejó. Esto pasa porque tu padre no quiso unirse a
los del Movimiento -así me dijo la Ma mientras yo espiaba a los Moreira y a
mi padre que caminaba rumbo a ellos- Porque
si se hubiera metido ahí, por lo menos quedaba mejor protegido…porque estos
desgraciados ahora vienen más cocoritos, sin nada que los frene, y son capaces
de cualquier cosa. Encima que el Ruzak, hijo de puta, les debe pagar bien. La
miré apenitas, ya tenía los ojos brillantes.
Paré
bien la oreja. El Pa ya estaba cerca de ellos cuando les gritó:
- ¡A mí no me vengan a joder! Ni ustedes ni
Ruzak ¿Qué mierda quieren?
- Bueno, calmate negrito, desde cuándo tan
avispado…- lo frenó el Moreira gordo.
- Pero qué quieren ¡no vengan a joder!
- Ya sabés…- esta vez habló el Moreira
negro, mientras encendía un pucho. A mí me dio miedo, quería salir afuera a
acompañar al Pa.
- La tierra es mía, fue de mi padre, de mi
abuelo… No la voy a vender y mucho menos a regalar. Con esas miserias que
ofrece el desgraciado de Ruzak… ¡Ni loco!- así se defendió mi papá.
Mi
mamá lloraba despacito detrás de mí. ¡¿Por
qué no se van estos hijos de puta?! ¡Nos quieren dejar sin nada! ¿Qué vamos a
hacer? Yo casi no la escuchaba. Estaba muy asustado, tratando de parar la
oreja para escuchar todo lo que hablaban.
- La cosa es así, negrito… acá mandamos
nosotros. Y no te hagas el vivo. Si no… ya sabés. No me cuesta usar esto-
el gordo mostró su pistola. Me asusté un montón. Y mi papá fue machito y le
respondió: Muerto me van a tener que sacar de acá. Pobre, yo lo veía ahí
solito y quería estar a su lado, agarrarle la mano. El grandote se calentó:
- Escuchame, negrito hambriento, no te lo digo
más. Ya me estoy cansando de amenazar y ando con ganas de llevarme al hombro a
otro peoncito de mierda… O aceptás lo que te ofrecieron o te reviento la frente
de un tiro.
Ahora
la Ma lloraba haciendo ruido. Estábamos muy cagados los dos adentro del rancho.
Hasta los perros parecían con miedo.
-¡Ni muerto me sacan de acá! Esta
tierra es mía, de mi hijo. ¡Dejen de hinchar las bolas!- el Pa se puso firme.
- Ya sabés, arreglá. Tenés una semana para
aceptar, si no… fuiste, negrito. ¡Roñoso! ¡Cómo no te reviento ahora, mirá!-
así lo amenazó el negrote y después tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó con
rabia.
Los
hermanos subieron a la chata, hicieron una vueltita marcha atrás y salieron a
toda velocidad. Levantaron mucha tierra. El papi se quedó un rato afuera,
quieto, respirando fuerte con los puños apretados. Yo lo veía borroso, por todo
el polvo que había.
Cuando
entró al rancho la Ma lo fue a abrazar. Yo nomás los miraba. Hijos de puta, hijos de puta, puteaba la
Ma. Y el Pa decía: -¡Gringo desgraciado,
miserable! Y a estos dos huevones… ¡los voy a cagar matando!
Desde
ese día es que mi papá anda rezongando. Todos estos días toma mates con la Ma y
charlan:
-¿Qué podemos hacer si nos quedamos sin la tierra, negra? Nos
quieren pagar chirolas nomás ¿Qué hacemos, negra?- le dice el Pa.
- No nos va alcanzar ni para un ranchito en el pueblo. Pedile más, que te
pague más, si tiene plata el miserable.
- ¡Qué va pagar más ese hijo de puta! No,
negra, por eso los tiene a los Moreira también.
- Entonces no le vendas. Vamos a quedarnos acá.
-Sí, vamos a quedarnos acá. Acá vivió mi
abuelo, mis padres… acá trabajaron toda la vida, acá me crié. Yo le ayudé a mi
papá a levantar bien este rancho que ya se caía, nos pasamos días y días al
sol, me acuerdo, negra. Y venía la vieja y nos traía el mate. A veces venía con
las tortas fritas, con el pan calentito, me acuerdo. Esta tierra es nuestra, no nos van a sacar de
acá, desgraciados.
Esas
cosas hablan ellos por estos días, y parece que el Pa los va a sacar cagando a
los huevones Moreira. Ayer le fue a pedir la escopeta al papá del Jaime. Yo lo
acompañé y me quedé jugando. El Jaime tenía dos gomeras nuevitas. Mientras
jugábamos, yo trataba de escuchar lo que hablaban los grandes.
-Tené cuidado con esos que son pesados, che…
¿por qué no hablás con los del Movimiento?- el padre del Jaime quería
frenar a mi papá.
- ¿Y pa qué voy a hablar…? Si a los del
Movimiento ya les quitaron varios campos, si ya les mataron a dos... Yo los voy
rajar, como sea, a mí no me van a joder… Toda la vida acá en esta tierra,
rebuscándomela… ¿Qué puedo hacer yo en el pueblo o andá a saber dónde? Acá
nací, acá me gusta, acá me quedo.
Al
rato nos volvimos los dos, calladitos. El Pa con la escopeta en mano y yo con
la gomera que me regaló el Jaime. Fui practicando en el camino, pero todavía me
falta puntería. Mi amigo Jaime tira mejor, porque practicó más veces. Cuando
llegamos al rancho, ya casi de noche, la Ma nos esperaba con la sopa. Me
mandaron a dormir tempranito y ellos se quedaron charlando, tomando mate. Me
costó dormirme, pensaba en la escopeta, en el Pa, en la Ma, en los Moreira.
Y así
es todo hasta hoy, que el Pa sigue rezongando, acá, mientras toma vino,
puteando contra Ruzak y los huevones, y la Ma que está preocupada y triste.
Me
levanté primero que todos y me preparé el mate cocido, me hice el pan con
manteca, yo solito. Después se levantó ella, se fue a poner la pava, y vino y
me tocó la cabeza y me hizo un cariño en el cachete. Casi nunca hace eso. Me
puse contento, pero me di cuenta de por qué lo hizo justo hoy. La Ma viene así,
pensando mucho. Qué iremos a hacer si nos
quitan el rancho, nuestra tierra, eso repitió toda la semana. Después se despertó él, se tomó dos mates
pero ahí nomás fue buscar la damajuana y empezó a tomar. Está esperando a los
Moreira, que seguro vienen a la siesta, como el otro día.
Por el gran Gastoncito |
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