Te hablo del año ochenta y ocho, ochenta y nueve más o menos. Las fotos las tenía que presentar un lunes. Ya era domingo y aún no tenía nada. No se me ocurrió nada mejor que ir a la maratón. Cuando llegué, la carrera ya había terminado. Sin embargo los atletas y muchos curiosos aún seguían por ahí, esperando la entrega de premios, distinciones y sorteos.
La cuestión es que ahí, entre foto y foto, entre zapatillas fosforescentes y ropas adhesivas realmente sudadas, me encontré (sorprendido) con la señora. De unos setentaipico. Tenía el número de participante 1407 en el pecho. Lindo pá la quiniela me pareció. Su mirada era profunda, como de lluvia, no se, de trajín.
Ni bien la vi, me dije “¡está es la foto! ¡La viejita atleta!”. Pero, continué mirándola, y mi especulación frenó. Es que sus ojos cargaban una vida. Observarla algunos segundos me bastaron para darme cuenta de que, detrás de su presencia en la maratón, había una historia.
Mientras más adentro de sus ojos me fui metiendo, fui descubriendo el escarmiento, la tristeza del desamor. Enseguida, me encontré como en los años 40. Enseguida se me apareció un joven: Evaristo. Obrero pintón, tanguero, que se peinaba a la gomina.
Evaristo era unos 7 años más grande que la señora número 1407. Se conocían del barrio. Evaristo había sido el platónico amor de su pubertad. Recién cuando la doña cumplió los quince, su nombre (que nunca supe) y su belleza, comenzaron a circular entre los muchachos del humilde Barrio Sur. Recién ahí, el joven Evaristo (que estaba en el esplendor de su vida de atleta), se percató de ella. Recién ahí se engominó por vez primera, para tirarle los galgos al parecer. La señora cedió adolescente, enamorada. Desde aquellos tiempos el atleta la conquistó para siempre.
La década infame dejó restos tristes para el deporte (para todo), por lo tanto Evaristo abandonó las maratones. Sólo el tremendo amor de la señora 1407 pudo calmar su pena. Fue por ella que Evaristo consiguió las changas primero, y fue por ella que el ex atleta, pudo entrar luego en la fábrica, mediando el año 46.
Perón. Alpargatas nuevas y gomina constante. Alpargatas nuevas, heladera. Alpargatas nuevas y una radio. Alpargatas nuevas, tocadiscos. Alpargatas nuevas y a bailar el tango.
Otro par de alpargatas, suela de yute, y chau Barrio Sur. Bienvenidos a Barrio Medio. Hasta que ¡zapatos! y, de vez en cuando, para el salón. Los años móviles del primer peronismo le dieron algo de materia al Evaristo, pero le fueron erosionando el corazón.
Mientras la señora 1407 le planchaba las camisas, de tango en tango huía el picaflor.
Un día, sin saber lo que dejaba, no regresó.
Me acerqué taquicárdico, con ese miedo grande de ayudar a un alma en pena.
-Señora, se que usted no vino a correr. Creo que está aquí por algo, otra cosa, ¿Usted vino a cerrar su historia? Me gustaría ayudarla en lo que pueda- le dije con palabras veloces, con la voz más tibia que jamás largué.
- ¿Qué decís corazón? –me dijo con ternura- yo le prometí una bici a mi nieto. Y quiero ver si me la gano-
A mí se me derrumbó la cabeza. Había sido grande mi sentir, mi presentir.
Con la señora hicimos silencio al escuchar el sorteo de la bicicleta. El número ganador fue el 1723. También me gustó para la quiniela.
Sin decirle ni “chau” me aleje al ver que se le acercaba un hombre que transportaba a su hijo a cococho. Me quedé contemplando el encuentro un poco escondido entre el tumulto de gente. Era su hijo. El niño iba concentrado devorando un copo de algodón de azúcar. La vieja, ambivalente, los miró muerta de amor y decepción.
-¿Ganaste la bici nona?- preguntó con inocencia el chiquito.
-No, mi vida - dijo la señora decepcionada, con la voz un tanto quebrada.
- ¿Y al tipo? ¿No lo pudiste ubicar mamá?- interrogó su hijo.
-No…- respondió la vieja, culposa, más desilusionada aún.
El hijo le extendió su mano. Cuando la señora cedió la suya, él se la apretó, como protegiéndola.
- No te culpes mamá. Pasaron más de cuarenta años y yo estoy bien así.-
sarpado chabon... me emocioné!!!
ResponderEliminarj.c.
Gracias j.c.! no logro descifrar quién eres, pero gracias! je
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