20 de 1000 razones por las que mi ciudad todavía es pueblo (pese a superar los 10.000 habitantes):

1)      Cada transeúnte tiene identidad. Lejos de ser un simple número, al salir a hacer las compras cada persona tiene cierto reconocimiento. Todos saben quién es de Ford y quién de Chevrolet. Quién de River y quién de Boca. Todos reconocen a esos pocos del rojo, del ciclón, de la acadé, o a ese reverente gordito hincha de Velez. Los radicales saben quiénes son los peronistas y viceversa. Entre unos y otros, hay una “pica” sana.

2)      Hay un bowling. Pero a los pinos los acomoda un viejito.

3)      Existe un Mini Cooper. Pero los ciudadanos lo miran como si fuera nave espacial.

4)      Los muchachos, claustrofóbicos de la vereda, caminan por la calle.

5)      Todos le tienen miedo a los cinco (¡pobres!) gays.

6)      Prácticamente no hay cucarachas y skaters.

7)      Nadie aún (por suerte) le desea a otro “buenas vibras”. Además, en vez de “boludo” decimos “boló”.

8)      No hay más de cuatro caniches toys. Por eso en los pueblos hay menos agresividad. No hay perritos fifís, no hay ganas de patearlos.

9)      El fuego del asadito se hace con leña, nada de carbón. Hay un solo Laverap. Las boletas se pagan en el banco, si señor.

10)   Estacionar es gratis.

11)   En algunos barrios, se escuchan gallos al amanecer.

12)   Las chicas aún no se atreven a encarar a los chicos. Ta vez le tiran una señal, pero el paso más osado aún es del varón.

Un subpunto de esta razón refiere a que ningún morocho se le atreve a una rubia. A menos que la rubia, harta de bailar sola e intimidar con sus rizos dorados, envíe a su mejor amiga a darle aliento al morochón.

Las morochas, le dan señales a los rubios. Pero estos suelen ser tímidos gringos buenudos,  o ricachones exquisitos.

13)   Aún quedan niños jugando a las escondidas.

14)   No más de tres masculinos se le atreven a la sunga.

15)   Las cuarentonas, lejos de despecharse como en las metrópolis, realmente entran en crisis.

16)   No existen construcciones mayores a los dos pisos. Esto deriva en una escasez de porteros eléctricos que hace que siga teniendo sentido jugar al “ring raje”.

17)   Los conductores no han de tocarle bocina al de adelante cuando el semáforo se pone en verde.

18)   No hay “obreros”, hay albañiles. A ellos les gusta silbar y se niegan a un mp3.

19)   Sentados en algún paredoncito de la calle principal, grupitos de preadolescentes  (y un par de veteranos un tanto verdes) disfrutan con respeto de las espaldas de las adolescentes. La mayor desubicación puede ser la del púber cabecilla que para sostener su posición de líder se atreve a piropear “¡que culo! ¡Me encontré una moneda!”.

20)   El 97% ama a su "pueblo".

Existen 980 razones más. Para no caer en subjetividad pura, y hacer más veraz la exposición, invito a los ciudadanos choelenses a explayarse.