jueves, 5 de agosto de 2010

¿Qué se le pasó por la cabeza?

Siempre me pregunto ¿Qué se le pasó por la cabeza aquella noche a Carlos?
Una de esas tantas noches en que los amigos salen a bailar, Carlos salió a bailar.
En rutina de viernes  por la noche, habían cenado unas pizas de delivery, y a posteriori tomaron los alcoholes correspondientes para el entone. 
Cerca de las 3 de la mañana, sin bebida que los encendiera más,  Carlos y sus amigos optaron por salir. La discusión no fue muy larga, y el lugar que les deparaba el destino fue finalmente el de tantas noches. Un pequeño boliche de la calle Achaval Rodríguez llamado Zoom. Quedaba cerquita.
La banda entró con ánimos prometedores. Cada integrante con la seguridad que encontraba en el grupo. Cuestión que hacía de la tropa, un homogéneo de confianza. Todos para uno y uno para todos.
El despliegue del armamento de cada uno era no eficaz, pero sí era positivo. Contribuía a la alegría grupal. Cada uno arrojaba lo suyo. Uno que tiraba una vueltita larga, de las memorizadas; otro que seducía con su requiebre de cintura muy poco sensual.  Alguno que ante el simple pasar de una linda mujer, flameaba su cabeza y la adhería, como si fuera globo frotado en pelo, contra el tríceps exaltado de la damisela. 
¿Y Carlos? Carlos, vaso en mano,  estaba en su salsa.
Carlos es un tipo al que lo enloquecen las mujeres. No sé si me comprenden… De esos que tienen mucho amor para repartir. Le decimos “semental”. 
Aquella noche, mientras se desenvolvía por la pista como pez en el agua, hubo un instante preciso en el que Carlos se entusiasmo con una morocha de linda espalda y sexy bailar.  Reunió a sus compañeros que estaban más cerca, y proyectó el abalanzamiento.
La presa, de espaldas, inocentemente bailaba con dos amigas.
Su táctica fue simple, clásica. “Mirá lo buena que está la morocha. Háganme la gamba. Ataquemos con alegría, ¿dale? ¡Aunque sea una sonrisa tenemos que sacar!” fueron las palabras para sus leones, que medio que no querían saber nada, pero accedieron. Era difícil decirle que no al semental: ¡con lo que le gustan las mujeres!
Yo fui uno de esos leones. Recuerdo perfectamente haber atacado con estratégica alegría (simulada).
Los resultados del plan de Carlos fueron positivos. Con ánimo de cachengue, los leones bailaban con las leonas.
El problema fue que sacar sonrisas era uno de los objetivos. Se preguntarán: “¿¿¿qué paso???”. La cuestión es que la morocha de Carlos tenía una dentadura abominable. Y nuestra extrema simpatía la exaltaba por demás. Esos dientes eran salvajes. Se desenvolvían como cabellos de publicidades de shampoo, pero eran dientes. Realmente, era bravo verla reir.
No quiero ser tan cruel. Debo reconocer que, más allá de ese detalle, era una bella mujer, de cuerpo enguitarrado y ojos ardientes. Índice para que Carlos, que es de esos tipos que no le hace asco a nada, continúe con sus intereses seductores. Si comparaba ese caramelo de dulce de leche un poquito duro con algún que otro pickle desabrido que alguna vez ingirió, Carlos tenía que proseguir. Y así fue.
La morocha lo estremecía. Entre cumbias y cuartetos, con su estructurada secuencia interrogatorio-chamullera, Carlos sacó charla: “¿Cómo te llamas?”, “¿Sos de acá o del interior?”, “¿Qué estudias?”, ” ¡Que linda carrera!, yo quería estudiar eso, pero al final me decidí por Medicina”. Carlos siempre engrosaba la voz al pronunciar “Medicina”.
Hubo un momento en que se le acabaron esas preguntas intrascendentes para sus fines. Era el tiempo apropiado para tirar la pimienta, para ir al hueso. Pero a Carlos le empezó a costar. Miren que él es ingenioso, yo lo conozco bien, pero esa noche le costó encontrarle la vuelta.
Pucha, esa noche… hizo un gran esfuerzo mental y le puso empeño. Pero yo no sé si es que lo traicionó su inconsciente, o qué. Esa noche a mi amigo Carlos le salió el tiro por la culata.
Porque su disparo fue: “Qué linda sonrisa que tenés…”


Es hasta el día de hoy qué me pregunto, me repregunto, y trato de comprender, cuál fue el proceso mental que habrá llevado a Carlos a decir esa noche justo lo único que no tenía que decir.
 “¿Me estás cargando?” fue la respuesta de la morocha.

4 comentarios:

  1. Mortal primo!!! muy buenas anécdotas y me cagan de gusto los dibujos que mandaste jajaja.. Abrazo grande.

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  2. me encantó biti!!!!! qué atrapantes tus historias! ea! seguí escribiendo asi de lindo! tu compañera :)

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  3. Gracias para ambos. Siempre, entre mis primeros lecto/correctores... los abrazo! o los invito una cervecita...

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  4. agu muy lindas esas historias!!! a ver cdo una de 5º naturales o de tu abuela preferida jaja !!besos !!! ceciiiii

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