viernes, 10 de agosto de 2012

El Pipi

Tuchicu tu chin chin chin, tuchicu tu chin chin chin…
Suena el malambo. Primero despacito, con las cuerdas mimadas por el guitarrista que si no es el Beco Quintin es el Alpataco López (parece que por las distancias, de vez en cuando se infiltra un nuevo tocador: es uno de los gloriosos Castañeda, el que juega de win derecho).
Las patitas del Pipi (que está sentado, con la cabeza baja) comienzan a saborear el ritmo.
Tuchicu tu chin chin chin, tuchicu tu chin chin chin…
El violero acelera y el rasguido es más potente.
Los pies, tic tic contra  el piso, un poquito golpean aquí, un poquito allá. ¿Acaso esos isquiotibiales aplastan un resorte en la silla?
Todos lo miramos de reojo, disimuladamente. Todos distraídos, sabemos que si le metemos presión, no habrá performance, o al menos no será de las actuaciones más brillantes. 
Diplomáticos nosotros, pero por dentro va esa esperanza, esa cosa que necesitamos. Una demanda feroz que estamos conteniendo.
Tuchicu tu chin chin chin, tuchicu tu chin chin chin…
La guitarra ya cambió el aire.
Y esas extremidades ya están locas por consagrarse. Sólo falta una chispa.
Y perdón si me falta humildad, pero si hay algo de lo que me siento orgulloso y responsable, es de encender el cohete. Porque soy yo el que genera esa explosión que tanto aguardábamos.
Porque es un instante justo y preciso en el que lo agito al Pipi con un “opa, ooppaa” que arranca suavecito y el Pipi que ya se está poniendo loco y al fin se despega de la silla y yo que sigo un poco más alto y con tono de asombro “ooopppaaa, Pipi, ooppaaa” y el Pipi ya es amo y señor del escenario y agarró un ritmo increíble y no le importa si hay desconocidos en la joda y “eeesa Pipi, vamos Pipi, ooopppaaa”, ya todo el mundo lo agita, zapatea sensacional el petiso, y su sensual malambo va degenerando, y se acaricia el pecho y según el contexto amenaza con desprenderse la bragueta, pero no. Y zapatea sin cesar el Pipi, y da la vueltita, y esas gambas están endemoniadas ¡QUE MALAMBO, SEÑORES!
Tuchicu tu chin chin chin, tuchicu tu chin chin chin…
La viola ya está desesperada, y el público totalmente fanatizado, estimulándolo al Pipi que está en la gloria, malambeando fabulosamente, gastando todos sus recursos, brillando más que todos en la fiesta. Ya está para cualquier cosa, y todo el mundo que le dice “ooopppaaa”, y el Pipi ya se siente completo y ¡CHAN!: 

¡Saca de la galera un fenomenal ¡¡¡mortal atrás!!! y culmina la obra!



2 comentarios:

  1. Qué decirte, animada por el relato me puse a malambear al son de tu Tuchicu tu chin chin chin, tuchicu tu chin chin chin… y te juro que me sobran unos chin. No doy con el ritmo. Insistí, probé con mi djembé y no hay caso. Luego me dije: pues, claro, ha de ser la habilidad de otros que pretendo hacer mia. Joder...

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  2. Qué buen malambo, del cual he sido testigo privilegiado. Esas piernas que superan el ritmo de la guitarra esforzada. Esa mirada extraviada. El malambo más excitado y excitante del world. Además de esta virtuosa cualidad del Pipi, seguramente habrá algo más que te hizo elegirlo como amigo. Ese tipo de amigos que, apenas llegás a Choele, agarrás el auto y te vas a visitar a despecho de su siesta sagrada. Puedo decir que Nico también hace lo propio (pero en su bicicleta decimonónica) y seguramente otros amigos también lo harán. algo tien ese Pipi además de bailarín, sí, estamos seguros.
    Aguante la amistad más allá de los talentos.
    Papi y mami.

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